Sobre los intérpretes y traductores
“… y lo mesmo harán todos
aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua: que
por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegaran
al punto que ellos tienen en su primer nacimiento.”
Miguel de Cervantes Saavedra
Desde los tiempos
míticos de la Torre de Babel, los hombres se han visto obligados a
comunicarse en distintas lenguas. La interpretación y la traducción
nacieron alguna vez para hacer posibles los contactos humanos. Ya 2000
años antes de Cristo, en una tumba de la Isla Elefantina en el sur de
Egipto, se menciona la existencia de un grupo de traductores al
servicio de las instancias oficiales farónicas. El ejemplo más
espectacular de traducción en el mundo antiguo lo constituye la Piedra
de Rosetta, fabricada en el año 196 antes de Cristo, una estela de
granito negro que contiene el agradecimiento de los sacerdotes de
Menfis al rey Ptolomeo V en tres formas de escritura: la jeroglífica,
la demótica y la griega.
En el marco del cristianismo triunfante, fue San Jerónimo el encargado
de realizar otra traducción de importancia significativa: la Vulgata,
la versión latina de la Biblia, hecha desde el griego y el hebreo.
Como traductor consagrado, nacido en el año 340 después de Cristo,
este anacoreta y padre de la Iglesia fue elevado posteriormente a la
categoría de santo patrono de los traductores, escritores y ciegos.
Los intérpretes y traductores acompañaron después a los misioneros
encargados de la conversión de los pueblos europeos. La labor de
traducción de textos religiosos fue continuada por los monjes
políglotas de los monasterios medievales y desembocó siglos después en
las traducciones revolucionarias de Erasmo de Rotterdam y Martín
Lutero. Uno de los proyectos de traducción más ambiciosos de la
historia lo constituyó la fundación de la Escuela de Traductores de
Toledo, en la España pluricultural del siglo XI, que tenía como
objetivo promover la traducción al latín y al español de las obras
filosóficas y científicas producidas por las culturas griega, hebrea y
árabe.
Intérpretes y traductores jugaron también un papel importante en la
Conquista del Nuevo Mundo, que hubiese resultado imposible sin el
polémico trabajo de figuras como Doña Marina, La Malinche, intérprete
y amante de Hernán Cortés. La Malinche era una joven de la nobleza
azteca que fue vendida como esclava a los mayas y que hablaba con
fluidez el náhuatl, el maya y el español. Para vengarse de la
injusticia que había sufrido siendo niña, la Malinche reveló a Cortés
muchos secretos de los aztecas, lo que facilitó al conquistador
español la conquista de México.
Un serio trabajo de traducción inspiró los movimientos de emancipación
americanos a fines del siglo XVIII: la traducción de las obras de los
filósofos de la Ilustración, propagadoras de las ideas de libertad e
igualdad. Con el advenimiento del Romanticismo y los ‘ismos’
posteriores, cobró fuerza la traducción de obras literarias, realizada
en no pocas ocasiones por escritores o poetas, como Charles Baudelaire
y Ezra Pound, empeñados en traducir a sus congéneres de otros lares en
un mundo ancho y ajeno.
La historia de la traducción ha estado marcada por la discusión sobre
la naturaleza misma de la traducción. Ya Cervantes había expresado sus
dudas sobre el oficio de “aquellos que los libros de verso quisieren
volver en otra lengua”. Para José Ortega y Gasset, la traducción es
una utopía lingüística, por el simple hecho de que toda lengua está
arraigada en su propio contexto social, cultural y político. Toda
traducción no sería entonces otra cosa que una simple ‘aproximación’
al original, un producto de la subjetividad del traductor y de las
circunstancias. Estamos aquí sólo a un paso del temible ‘traduttore
traditore’ de los italianos.
Entre la fe de San Jerónimo y el escepticismo de Ortega y Gasset se
balancea el traductor moderno. A diferencia del Santo, se encuentra
rodeado de diccionarios y utiliza internet como su vasto refugio, un
universo infinito y luminoso que le ofrece muchas posibilidades de
salvación.
La interpretación y la traducción siguen teniendo la función de vasos
comunicantes por excelencia, tanto en neerlandés como en español. Los
lazos históricos y culturales entre los pueblos que hablan estas dos
lenguas se remontan a los tiempos de Carlos V, cuando los Países Bajos
se convirtieron en colonia española. Más tarde, en plena efervecencia
del capitalismo incipiente, aventureros holandeses hicieron de las
Antillas y las costas de América sus escenarios favoritos para tentar
la suerte. De manera mucho más pacífica, las relaciones entre estos
pueblos se han intensificado en nuestros días, especialmente bajo los
efectos de la globalización. Esto hace indispensable un trabajo de
traducción eficiente e impecable, ejecutado como siempre bajo los
auspicios de San Jerónimo. Después de 4000 años de historia,
intérpretes y traductores siguen haciendo posible la comunicación en
la Torre de Babel de los tiempos modernos. EVS.

San Jerónimo, pintura del artista holandés
Marinus Claeszon van Reymerswaele
(c. 1490 – 1567)
Museo del Prado, Madrid.